HISTORIAS DE LA CIUDAD, LA NOCHE, LOS AUTOS Y LA RUTA

HISTORIAS DE LA CIUDAD, LA NOCHE, LOS AUTOS Y LA RUTA

"Ya he escrito toda la carretera. He ido rápido porque la ruta es rápida. Es sobre tí, sobre mí y sobre el camino"
(Carta de Jack Kerouac a Neal Cassady fechada el 25/5/51)





miércoles, 30 de enero de 2013

"AMIGOS DE HIERRO (balada para un auto clásico)" Texto Completo


Cuando yacías injustamente bajo capas de óxido y olvido, yo creí en la inmortalidad de tu alma, y tuve el privilegio de escuchar tu voz llamándome al rescate. Esa voz que muchos no saben escuchar.
Aun arrumbado y con tus huesos crujientes, tus líneas eran majestuosas y transmitían la ferocidad de un tigre de Bengala.
Fue solo cuestión de tiempo curar tus heridas de dragón sangrante y maltratado, y luego te encargaste de agradecer ese gesto llevándome en tus alas por los caminos de la aventura y la libertad.
Con el sonido de cada acelerada de tu motor, se activan y suenan las alarmas de terror de los autos nuevos.
Te mostré las calles y esquinas de mis noches del pasado y vos me llevaste por caminos y pueblos fantasmas, que seguramente habitaban en tus recuerdos.
Vimos atardeceres en la ruta y fuiste testigo de mis ilusiones.
Todo cambió en mi vida cuando llegaste, y hasta me hiciste una mejor persona.
Juntos nos volvimos más fuertes, más completos. Compartimos sueños y fuimos felices.
…Y nunca me fallaste. ¿Por qué habría yo de fallarte ahora?
No temas, no voy a soltarte. No voy a dejarte caer.
Prefiero un motor V8 de casi 300 hp antes que invertir en un auto pequeño para todos los días, porque nací para ser libre, y no para vivir como esclavo.
Prefiero un viejo Impala de los sesentas antes que un auto nuevo de lujo, porque siempre me fie más de los guerreros que de la realeza.
Y prefiero una suspensión Four Links antes que un aire acondicionado, porque los autos siempre me gustaron más que las oficinas.
Volvería a elegirte, mi fiel compañero de hierro, una y mil veces en esta vida y en la otra, a pesar del trabajo, y del calor y de los contratiempos. Volvería a elegirte como se elige a un buen amigo. Y como un buen amigo, no te abandonaré jamás. Así como vos no me abandonaste en medio de tormentas feroces o caminos desconocidos.
¡Ya puedo imaginar el rugido de tu motor en todas esas rutas que nos quedan por recorrer!
Y la comodidad siempre fue el camino de los débiles y de los cobardes, esos mismos que abandonaron a sus buenos amigos, y a sus padres ancianos y a sus autos verdaderos cuando las cosas se pusieron difíciles.
Y para vos, que sos parte del sistema y te compraste el Full Pack Premium Plus y aún no entendiste de lo que hablo dentro de tu estúpida burbuja de plástico: más vale que te apartes de nuestro camino. Porque vamos a pasarte por encima en una caravana de toneladas de auténtico metal.
Así que, no insistas en preguntarme por qué no me rindo, y por qué no me detengo en este loco viaje de ida. Los de tu clase jamás lo entenderían.
No temas no voy a soltarte. No voy a dejarte caer.


Por César Rodríguez Bierwerth
*El cortometraje compacto de este texto puede verse en Youtube y en mi blog.

sábado, 12 de enero de 2013

EL NUMERO 1


Hace apenas un mes te vi comiendo solo en una mesa de "El Cuartito", de Talcahuano y Paraguay. Nosotros estábamos esperando para conseguir lugar donde sentarnos en esa pizzería tan porteña que siempre está llena. Al verte tan solo en la multitud con tu aire de dandy crepuscular, recordé todos aquellos programas de TV de mi niñez y adolescencia donde aparecías y tanto me divertías al hablar de fútbol con tu estilo tan loco, inigualable. Y recordé hasta cuando en el '81 nos colamos con un amigo del colegio en "Polémica en el Fútbol" en los estudios de Canal 13.
De repente terminaste de comer tu pizza y te fuiste entre la multitud. Nadie te saludaba, nadie te decía nada. ¿Como podía ser eso posible? ¿Acaso no se matan las masas para pedir autógrafos a tantos inútiles sin talento alguno de la tele de hoy en día a la salida de los teatros de Carlos Paz o Mardel? ¿Peter y Paula? ¿Ricardo Fort? Y la turba de infelices aclamándolos y rogándoles una mísera foto. Pero a vos, un verdadero grande, la gente ni te hablaba.
Yo te seguí hasta el estacionamiento de El Cuartito y finalmente me animé, y acercándome a vos y mirándote de frente te dije: "¡EL NÚMERO 1!", y vos me contestaste con tono agradecido: "¡que graaaande!". Entonces te pedí una foto, y vos accediste con una verdadera expresión de alegría donde yo leía agradecimiento. Nos sacaron la foto. Entonces yo te dije: "Un honor".
Después de eso nos dimos la mano, y el agradecido fui yo.
Siempre pensé que no hay que ahorrarse las muestras de gratitud en vida, y ahora lo confirmo: creo que te di una alegria en aquella noche, y vos a mi me diste un momento que no olvidaré, en el cual me remonté por un instante a un pasado de inocencia en los mágicos años ochenta cuando me hacías reir tanto por la tele con tus comentarios.
Así que ahora, maestro GUILLERMO NIMO, te doy la "perla blanca" y te digo una vez más, sin miedo a equivocarme:"Siempre serás el número 1 de los comentaristas deportivos" Porrrr lo menos, así lo veo yo!


Por CÉSAR RODRÍGUEZ BIERWERTH

lunes, 7 de enero de 2013

SANTA FE Y CALLAO BLUES


Lo siento, pero el McDonalds y el Starbucks de Santa fe y Callao nunca serán como Cinema o como Pippo. Les falta la mística, la porteñidad, la noche, la leyenda. Las chicas más lindas de la ciudad siguen pasando y pasando incesantemente por esa esquina, pero no es lo mismo mirarlas desde adentro de un local de comidas rápidas con olor a hamburguesas rodeado de fotos de combos y promociones que desde aquel café tan cargado de sueños.
Cinema abrió sus puertas hace casi veinte años, a mitad de los noventas cuando la zona de Santa Fe y Callao era un área poblada de salas cinematográficas en ebullición –de allí su nombre- que hoy han desaparecido. Sobre Callao al lado de donde existiera el cine América se encontraba Pippo, con lo cual el plan perfecto para una salida con tu chica o con tus amigos era ir a comer a ese restaurante, luego al cine en función trasnoche y después de ello terminar con un café en Cinema, que como todo lugar digno, estaba abierto las 24 horas. Incluso antes de ir a comer era recomendable pasar un rato por Tower Records a ver CD´s de las mejores bandas y solistas del mundo allí a pocos metros, pero adivinen que: también desapareció, ya que no existe más la industria discográfica.
Cinema era un café absolutamente mágico y sería incontable el número de anécdotas que por haber vivido allí puedo relatar en primera persona. Para mí ese bar era el punto obligado de encuentro con cualquier chica en una primera cita, ya que sea ella de donde fuere, cualquier persona sabía como llegar a Santa Fe y Callao. Al mismo tiempo, por ser un lugar de 24 horas, podías ir allí luego de que las discotecas cerraran en las madrugadas cuando el sol salía y las chicas se ponían sus anteojos oscuros a la salida de Big One o del sótano de Shamrock.
Creo que una salida con pastas en Pippo, luego una película, y luego un café en Cinema tenía ese toque de porteñidad popular del “Super Vermichelli Pippo”, el placer de un evento artístico de un buen filme y por último el condimento de glamour de un cortado americano en Cinema que te servían con bombones de chocolate como acompañamiento. “People have no class” dice aquel fragmento de “Los Fabulosos Baker Boys” con aquella Michelle Pfeiffer que cantaba sobre el piano de un extasiado Jeff Bridges. Y justamente por que “la gente no tiene clase” es que poco a poco los lugares más característicos de la ciudad van desapareciendo y allí donde estaba Cinema hoy pusieron un McDonalds y al lado un Starbucks y la entrada del viejo cine América esta tapiada por inmensas placas con publicidades de teléfonos celulares.
En frente el café Filippo, desde donde escribo estas palabras mientras espero a un viejo amigo, se resiste a morir, con sus mesas de madera que gracias a Dios nunca cambiaron. ¿Quién te iba a decir, pequeño Filippo, que tu inmenso competidor Cinema de la vereda de enfrente dejaría algún día de existir para ser devorado como un Big Mac por el grasoso monstruo payasesco de las comidas rápidas en la esquina más paqueta de Buenos Aires?
¿Acaso todo aquello verdadero como los buenos bares, restaurantes, Discos y películas debe estar destinado a desaparecer? La respuesta a esa pregunta me la da el inconfundible sonido del motor cuatro cilindros con carburador Solex de mi amigo Fernando, que estaciona su Peugeot 404 blanco sobre Callao en la puerta de Filippo y desde adentro saca su mano izquierda y me invita a subir gritando: “¡vamos, vamos, che!”. Los transeúntes y los que están en las mesitas de afuera lo miran como si fuera un salvaje. Para mí es la voz heroica de los buenos viejos tiempos aullando un grito de guerra que dice simplemente “¡vamos, vamos, che!”
Dejo mi café pago sobre la mesa con propina incluida y salto a la vereda. El 404 de Fernando llena toda la esquina con olor a nafta y su sonido de luchador callejero ancestral desafía a un Ford Ka y un Honda City que tratan de pasarle lejos para no lastimarse. Paso adelante del Peugeot que mira el horizonte con sus faros redondos y antes de entrar por la puerta del acompañante le pego dos veces al metálico techo blanco con mano abierta como quien palmotea la espalda de un amigo al saludarlo: pak pak suena la chapa en la esquina y Fernando me dice: “¡fierro papá!”. Me siento a su derecha y el demencial piloto del auto de la marca del león rampante acelera llenando de música un atardecer de Barrio Norte. Nos mandamos directo por Callao en dirección hacia Libertador y el Peugeot parece deslizarse, pero lejos de toda suavidad, lo hace con la aspereza y el rugido del viejo león de los sesentas. Miro para afuera y recuerdo aquel tango de Piazzolla que hablaba de locos que veían a “la luna rodando por Callao”. Esos locos somos nosotros, pienso.
Fernando está lleno de sueños, y esos sueños viajan en un mágico 404 blanco que recorre frenéticamente las calles de la ciudad. Me habla de chicas, de viajes por la ruta y de muchas mejoras que piensa hacerle a su Peugeot que según el, lo llevará a recorrer el mundo. Otro 404 algo desvencijado nos cruza en una esquina y su conductor nos saluda pulgar para arriba. Cuando veo a sujetos como mi amigo Fernando siento que la vieja mística de lo verdadero no está perdida –tal como minutos antes estaba comenzando a creer- y quizá aquellos héroes cuya misión es rescatar lo auténtico sean tipos como mi viejo amigo del Peugeot, que prefieren apostar al desafío de revivir un 404 y salir a atronar ciudades y rutas, antes que entrar en la mentira de los planes de endeudamiento programado a cambio de autos de plástico y confort para cobardes.
Recorremos la ciudad y se hace de noche, y tenemos calor entre las chapas del 404 y el olor a nafta huele tan auténtico como la amistad, o quizá como un buen café de Cinema o un Super Vermicelli Pippo.
Cuando bajamos por Corrientes entre las luces nocturnas de los teatros, tengo la sensación de que desde otro auto a nuestro lado nos saludan el negro Olmedo y el gordo Porcel y somos parte de la película “Los Caballeros de la Cama Redonda”. Y hasta por un momento creo ver a Pappo que nos pasa con una Harley acelerando hacia el horizonte de una ciudad sin tiempo.
“Estos autos son muy agradecidos” me comenta Fernando, y agrega: “siempre te van a recompensar por haberlos rescatado”. Y yo se que no miente, al viajar en autos así siento que se puede vencer al tiempo.
“Volvé para Santa Fe y Callao”, le digo a mi amigo. “A lo mejor reabrió Cinema y vamos a tomar algo”.-


Por CÉSAR RODRIGUEZ BIERWERTH