HISTORIAS DE LA CIUDAD, LA NOCHE, LOS AUTOS Y LA RUTA

HISTORIAS DE LA CIUDAD, LA NOCHE, LOS AUTOS Y LA RUTA

"Ya he escrito toda la carretera. He ido rápido porque la ruta es rápida. Es sobre tí, sobre mí y sobre el camino"
(Carta de Jack Kerouac a Neal Cassady fechada el 25/5/51)





lunes, 6 de diciembre de 2010

EL LLAMADO DEL CAMINO


En el “Bar Británico” frente al Parque Lezama, en el tren Retiro-Tigre, en el “Strarbucks” de Praga, en “El Popular” de México DF, en la pizzería “Mora” de Avellaneda, en el Pelourinho de Salvador de Bahia, en la estación Ángel Gallardo del subte “B”, en la bajada Márquez del Acceso Norte, y en otros tantos miles de lugares resuena en mi cabeza: “Un amor real es como vivir en aeropuertos”. Lo escribió alguien que alguna vez tuvo mucho talento. Mi falta de raíces estables hace que esa frase cale profundo en mi alma desde hace décadas y no pueda dejar de repetirla para dentro mío en forma consciente o inconsciente.
Era diciembre del `95, y mientras estábamos sentados con mi amigo Adrián esperando el llamado de abordaje al vuelo internacional que nos traería desde Santiago a Buenos Aires en una cafetería contigua al free shop, yo le comentaba justamente acerca de la grandeza de ese verso de Charly. Se pueden escribir novelas de amor en varios tomos con cientos de miles de giros idiomáticos, con distintas tonalidades y cantidades de técnicas narrativas propias de lo más elevado de los claustros de las letras; pero el tipo tuvo el talento suficiente como para redactar un tratado sobre la verdadera historia del romance constante en solo ocho palabras: “un amor real es como vivir en aeropuertos”.
“Wow, man!” suspiraba yo con la vista extraviada y el café expresso entre mis manos. “¿Como se puede decir algo tan genial?, quien escribe una línea tan buena como esa, puede morir en paz”. Adrián asentía con la cabeza como esos perritos que llevan algunos taxistas pegados al tablero y que parecen decir todo el tiempo que “si”. El tenía los ojos chiquitos y colorados como testimonio de lo poco que habíamos dormido y lo mucho que habíamos vivido en los últimos tres días, y cada tanto miraba al techo quebrando la nuca y se ponía unas gotas oftálmicas por sus lentes de contacto de baja graduación.
En esos días habíamos tenido buenas anotaciones con unas chilenas que habíamos conocido en la playa de Reñaca y también con unas chicas suecas que estudiaban en un curso de negocios en la universidad de Santiago de Chile y volvíamos cansados y felices con muchas historias para contar frente a nuestros amigos y callar frente a nuestras novias.
Aquellas historias fugaces de esos tres días habían sido adrenalina pura. Nos habíamos ganado el odio de un pibe sueco que había venido desde Goteburgo con las escandinavas y siempre le había tenido ganas a la que estuvo conmigo, que era una rubia que se llamaba Anette. Y un día mas tarde casi nos pescan los dos novios de las chilenas de Reñaca, que eran policías “carabineros” y si se hubiesen enterado de que sus chicas habían pasado la noche en las camas de sus casas con dos argentinos mientras ellos estaban de guardia, nos hubiesen fusilado en el Estadio Nacional al mejor estilo pinochetista.
Pero el viento fresco nos pegaba en la cara y nos recordaba que de eso se trataba la vida. ¡Tan distinto era lo que nos esperaba en Buenos Aires con nuestras novias y sus oscuros planes matrimoniales y de créditos hipotecarios!...planes claro, destinados a naufragar con gente de nuestra calaña. Pero esa es otra historia.
Lo cierto es que pasaron los años y aún de tanto en tanto, ya no en aquel aeropuerto quizá, pero en algún otro seguramente, o en alguna terminal de micros o estación de servicio rutera, o en algún bar de pueblo desconocido, vuelvo a aprisionar entre mis manos algún pocillo de café acercando mi nariz al humo cargado de aroma a recuerdos, y cerrando los ojos vuelvo a repetirme a mi mismo aquella línea magistral: “un amor real es como vivir en aeropuertos”. Esa es la idea que los americanos definen como “emotion in motion”, o emoción en movimiento constante. La idea del pasajero/a en tránsito perpetuo, es lo opuesto al concepto del viajero hacia un destino final donde por lo tanto se bajará del eventual avión para detener su recorrido y asentarse.
Así, he visto a muchos de mis compañeros de viaje que con el tiempo se fueron bajando del avión, o de la ruta o como más te guste llamarlo; quizá porque para ellos el camino era un medio en sí para llegar a algún lugar y echar raíces.
Para mi el camino, creo ha sido siempre “El” objetivo. Qué importa donde vaya o cuántas curvas o bifurcaciones tenga. Si un día me levanto con ganas de tomar la ruta, poco interesa que sea la 9, la 2 o alguna autopista (“que tenga infinitos carteles que no digan nada”, y una vez mas vuelvo al homenaje al maestro). La carretera es el objetivo en sí. La vieja mística del caballero medieval solo se agiornó con los siglos y así la armadura tomó forma de muscle fastback y el corcel pasó a ser de tracción trasera. El final de cada película de cowboys mostraba al protagonista alejándose solitario en su caballo hacia el poniente, y nunca nos preguntábamos hacia donde iría entonces; simplemente lo veíamos desde atrás seguir su recorrida luego de haber hecho justicia. Seguramente más aventuras lo esperaban. Pero lo único cierto es que el cartel de THE END caía como telón sobre su marcada figura alejándose hacia el sol del horizonte. Y eso era fantástico como aquel Alan Ladd de “Shane, el desconocido”, perdiéndose en el ocaso mientras el niño rubio lo llamaba a los gritos, quizá para ofrecerle un hogar que el vaquero no aceptaría.
El llamado de la ruta se lleva en la sangre. O no se lleva. Sería mas seguro asentarse y echar raíces. Construir la casita y el techo de maderas para luego morir como un aburrido personaje de los Ingalls. Pero la ruta es el desafío inagotable del kilómetro a kilómetro, y quizá no importe nada más. No importa el nombre del próximo pueblo, Rojas, Colón, Graceland. No importa tampoco el siguiente hotel ni los altares a ambos lados de la ruta al “Gauchito Gil” o a la “Difunta Correa”, no importa la luminosa sonrisa de la chica del próximo “24 horas” en la YPF que ya vislumbro en el horizonte; pero pienso disfrutar intensamente de todo ese universo de personajes pasajeros de esta película interminable. A lo mejor ellos luego recuerden algo de un sujeto con acento porteño que un día pasó por allí con una Chevy negra y gris con calaveras y cruces de malta. O quizá no lo recuerden, ¿por que deberían?, nada es para siempre, solo las rutas, que nos llaman en sueños.
Y el desierto de “Paris Texas” se me mezcla con el de “Mad Max 2” y con el de Clint Eastwood en “Por un puñado de dólares”. Quienes elijen el sillón del hogar, el control remoto y el LCD de 42 pulgadas en 24 cuotas, jamás se internarán en ese desierto. Está reservado para los excelsos espíritus restauradores de oxidados cascos prehistóricos y mecánicas nafteras de más de 160 burros salvajes. De ellos es el reino de los cielos.
A través de los años mis compañías han ido cambiando un poco, creo. Y algunos de mis laderos del pasado simplemente “maduraron” (siempre preferí el término “mediocrizarse”) y me dicen que yo pretendo vivir siempre como si tuviera 25 años. En ese sentido, Bukowski sostenía que para tener una vida digna de ser escrita en un libro, la fórmula era vivir como joven eternamente.
Y así es que hoy mis amigos son tipos que cada tanto me mandan un mensaje de texto que no me cita a una reunión de negocios, ni a una audiencia en el Centro de Conciliación Laboral. El SMS solo dice: “Power Tour!”. Y no hace falta nada más. Se agrupan en curiosas bandas sin contratos prefijados de afiliación unidas por el solo vínculo de la amistad, y que se ajustan a nombres tales como “Bandidos Off Road”, “Chivo Salvaje”, “Torino Argentino”, “Chivo Pasión”. Dios salve a estos forajidos.
Wow, man! Otro sorbo de café de máquina al paso y a través del vidrio de la Petrobras vemos a la chica de calzas amarillas cargando al 400 de uno de los nuestros. Y mas tarde la caída del sol en el horizonte del campo. Y The Doors en el stereo: “There`s a killer on the road…”. No hay dinero en el mundo que pague tanta belleza.
Hasta puedo contarte que en el oeste californiano ví nidos de águila gigantescos sobre los postes eléctricos, y que en la ruta a Santa Clara en Cuba, casi todos los autos son de los años cincuenta y están impecables y de una sola pieza.
Hoy en día mi amigo Adrián con quien compartiera aquel viaje salvaje a Chile y muchos más, es uno de los abogados constitucionalistas mas reconocidos del país, además de un ejemplar padre de dos hijos dentro de una sólida estructura familiar, que maneja una sobria CRV 4x2 con la que suele vacacionar en un hotel-spa de Mar de las Pampas. Él al igual que muchos otros compañeros de viajes del pasado hoy prefiere una expo de decoración como “Casa FOA” o “Estilo Pilar” antes que un encuentro de fierros en San Pedro o Chascomús. Yo, no me bajo de mi Chevy ni de las terminales de micros, ni de los aeropuertos sin destinos finales. Pasajero en tránsito perpetuo.

CESAR RODRIGUEZ BIERWERTH

miércoles, 1 de diciembre de 2010

ANTICIPO DEL PROXIMO CUENTO


Este es un breve fragmento de mi próximo cuento aún sin nombre que aparecerá en la revista TC Urbano Nº 162 de fines de diciembre. Cuando termine los ajustes del texto, subiré también la historia completa a este blog. Espero que les guste.


"Y así es que hoy mis amigos son tipos que cada tanto me mandan un mensaje de texto que no me cita a una reunión de negocios, ni a una audiencia en el Centro de Conciliación Laboral. El SMS solo dice: “Power Tour!”. Y no hace falta nada más. Se agrupan en curiosas bandas sin contratos prefijados de afiliación unidas por el solo vínculo de la amistad, y que se ajustan a nombres tales como “Bandidos Off Road”, “Chivo Salvaje”, “Torino Argentino”, “Chivo Pasión”. Dios salve a estos forajidos.
Wow, man! Otro sorbo de café al paso bien cargado y a través del vidrio de la Petrobras vemos a la chica de calzas amarillas cargando al 400 de uno de los nuestros. Y mas tarde la caída del sol en el horizonte del campo. Y The Doors en el stereo: “There`s a killer on the road…”. No hay dinero en el mundo que pague tanta belleza. "